Emiliano Bruner, paleoneurólogo del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH) ha participado en un estudio que se publica esta semana en la revista Journal of Anatomy sobre las relaciones entre los ojos, las orbitas y las áreas cerebrales, coordinado por Michael Masters del Montana Tech (Estados Unidos), en el que se analiza las variaciones del tamaño de los ojos en los humanos adultos.
Como ya ha sido descrito en otros primates, en los humanos tampoco el tamaño del ojo y el de la órbita ocular están muy correlacionados. Además la correlación entre el ojo y la corteza cerebral occipital, dedicada a la visión, es muy baja. Por otro lado existe cierta correlación entre el tamaño del ojo y de la corteza frontal, que no está relacionada con la visión, pero se posiciona directamente encima de las orbitas.
Según Emiliano Bruner, estas correlaciones llevan a dos conclusiones. En primer lugar, todos estos elementos (ojos, orbitas, áreas cerebrales) están relacionados pero varían sus dimensiones de forma bastante independiente. En segundo lugar, a lo largo de la evolución humana la reducción de las orbitas y la ampliación del cerebro han creado una situación de competición para el espacio, que puede conllevar aquellas deformaciones del bulbo ocular asociadas a defectos de la visión, como la miopía.
En la etapa adulta, después de los cuarenta años, el cerebro ya no cambia pero la cara sigue creciendo, las órbitas se amplían ligeramente, y los ojos pueden recuperar parcialmente su forma, mejorando algunas capacidades de enfocar las imágenes.