Emiliano Bruner y Sofia Pedro, del grupo de Paleoneurobiología del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH), acaban de publicar un artículo en la revista Journal of Morphology donde se concluye que el aumento de las áreas parietales asociado a la evolución de nuestra especie y de nuestra redondeada bóveda craneal ha introducido un cambio importante en la orientación funcional de toda la cabeza, con posibles efectos sobre postura y orientación de la cara.
Se trata de un estudio sobre la integración anatómica entre cráneo y cerebro en los humanos modernos, que analiza la correlación entre la forma del hueso parietal, que protege y cubre sobre todo el lóbulo parietal del cerebro, y la forma de la base del cráneo, que en sus fosas medias aloja parte de los lóbulos temporales.
Tanto cráneo como cerebro presentan cambios anatómicos evolutivos importantes en Homo sapiens, por lo que se había planteado la posibilidad de que estos rasgos estuvieran relacionados, y unos fueran consecuencia física de los otros. De ser así, los cambios en la forma de los lóbulos temporales podrían haber sido variaciones debidas a la geometría del cráneo y de su abultada bóveda, y no cambios anatómicos del cerebro.
Pero como explica Emiliano Bruner, “nuestro trabajo ha demostrado que no es este el caso, las dos áreas de la cavidad craneal varían de forma independiente y es entonces probable que, en el registro fósil, nos estén indicando efectos distintos de nuestra evolución cerebral”.
El estudio, que ha sido llevado a cabo con la colaboración de Markus Bastir, del Museo de Ciencias Naturales de Madrid, experto en la morfología de la base del cráneo y en integración anatómica, proporciona además una perspectiva general de las relaciones entre cerebro y cráneo, y constituye un trabajo de síntesis sobre craneología funcional y neuroanatomía evolutiva.