El CENIEH forma parte de los grupos internacionales de paleoantropólogos que trabajan en la depresión de Afar de Etiopía y que han unido fuerzas para crear y emplear nuevos métodos con el fin de estimar la existencia de dimorfismo sexual en las primeras especies fósiles de la evolución humana
Esta semana se publica en la revista PNAS (Proceedings of the National Academy of Science ) [Número DOI: 10.1073/pnas.2113943118] un nuevo método para estimar la existencia de dimorfismo sexual en las primeras especies fósiles de la evolución humana, gracias al esfuerzo conjunto de los grupos de investigación del yacimiento de Gona, liderado por Sileshi Semaw, arqueólogo del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH), y Mike Rogers, así como del yacimiento de Awash medio, liderado por Berhane Asfaw, Giday WoldeGabriel, Yonas Beyene y Tim White, investigador afiliado al CENIEH.
Los humanos tienen, proporcionalmente, los caninos masculinos más pequeños de todos los antropoides, además existe poco dimorfismo sexual en dichos dientes. Desde que Darwin centrara su estudio en esta particularidad de nuestra especie, los investigadores han estado preguntándose el cómo y el porqué de esta evolución. Hasta ahora, la aparición evolutiva de esta característica ha quedado sin aclarar debido a la ausencia de un método fiable para determinar el dimorfismo en especies fósiles escasamente dimórficas.
A lo largo de varios años, los investigadores Tomohiko Sasaki y Gen Suwa han desarrollado el nuevo método que tiene en cuenta la distribución oculta de ambos sexos dentro de un conjunto fósil a la hora de valorar la existencia de dimorfismo. Usaron muestras de primates modernos de sexo conocido para verificar que funcionaba. Las ventajas de este nuevo método son que permite, por un la lado, estimar mejor bajos niveles de dimorfismo similar al de los humanos, y, por otro lado, calcular probabilidades estadísticas.
Por tanto, las pruebas fósiles disponibles indican una drástica reducción del tamaño de los caninos masculinos antes de que aparecieran los primeros miembros conocidos del clado humano, con pocos cambios en los niveles de dimorfismo canino desde entonces. Esto sugiere que, en los inicios de la evolución humana, se produjo un profundo cambio conductual asociado a los niveles comparativamente más bajos de agresión masculina, probablemente coincidente con la adopción de la bipedalidad.
Entre los primates antropoides existentes, se observan caninos masculinos relativamente más pequeños en especies que se caracterizan socialmente por tener relaciones más tolerantes entre machos y por la codominancia macho-hembra, como es el caso del bonobo o el mono araña lanudo. Nuestros análisis de las pruebas fósiles sugieren que esto podría haberse producido cerca de la aparición de nuestros primeros ancestros bípedos
Ardi, el esqueleto más completo
La motivación para realizar este estudio llegó con el éxito alcanzado por ambos equipos a la hora de recuperar fósiles de horizontes temporales antiguos, siendo su descubrimiento más célebre la especie Ardipithecus ramidus, de unos 4,5 millones de años de antigüedad, incluido el esqueleto más completo de esta especie, apodado Ardi. Los yacimientos de Gona y Awash medio son, hasta ahora, las únicas zonas de estudio que han aportado fósiles de gran importancia de esta especie.
Para la aplicación del nuevo método ha sido necesario que ambos equipos combinaran los datos de sus fósiles de horizontes temporales geológicamente contemporáneos en las dos áreas de estudio adyacentes. Esta combinación ha permitido evaluar el dimorfismo de tamaño de los caninos de los primeros homínidos, así como en especies posteriores de Australopithecus y Homo que siguieron al Ardipithecus en tiempo geológico.
Mediante este nuevo método, ahora podemos afirmar con seguridad que el nivel de dimorfismo sexual de los dientes caninos era probablemente muy bajo en nuestros antepasados o parientes fósiles, como la especie de Ardi, hace 4,5 millones de años, o en las diversas especies de Australopithecus y Homo posteriores. “Nuestro estudio demuestra que el dimorfismo sexual de los caninos en cada una de estas especies era prácticamente indistinguible al de los humanos modernos, y muy inferior al del bonobo, que es el menos dimórfico y conductualmente menos agresivo de los grandes simios actuales”, señala Sileshi Semaw.
Métodos anteriores
El dimorfismo sexual suele cuantificarse mediante una proporción simple, pero fundamental: la relación entre los valores medios masculinos y femeninos de un rasgo concreto, como puede ser el tamaño del diente canino. El estudio del tamaño corporal y del dimorfismo sexual de los caninos ha sido un centro de interés en la paleoantropología debido a sus implicaciones en diferentes teorías sobre las sociedades humanas del pasado y comportamientos como la poliginia o la monogamia.
Cuando es grande, la variación observada en especies fósiles ancestrales puede atribuirse a un dimorfismo sexual similar al apreciado en los babuinos o los gorilas actuales. Los métodos anteriores para evaluar la existencia de dimorfismo en los fósiles asumían que esta gran variación procedía del dimorfismo sexual, pero este planteamiento es propenso a sufrir errores, sobre todo en especies con poco dimorfismo como los humanos y sus antepasados.