Analizan las relaciones entre cráneo y lóbulos temporales de primates actuales y extintos

El CENIEH coordina un estudio cuyos resultados indican que existe una correspondencia muy fuerte entre el tamaño de los lóbulos temporales y el tamaño de la fosa craneal que ocupan, lo que permiten localizar especies que han sufrido un aumento considerable de esta parte del cerebro

Emiliano Bruner, paleoneurobiólogo del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH), ha coordinado un estudio publicado recientemente en la revista American Journal of Physical Anthropology, sobre la relación entre la anatomía del cráneo y el tamaño de los lóbulos temporales del cerebro de primates actuales y extintos, implicados en muchas funciones cognitivas que incluyen el lenguaje, la memoria, las relaciones sociales o la orientación espacial.

Los lóbulos temporales se hallan precisamente en la fosa craneal media, dentro de la cavidad del cráneo. Por ende, en los fósiles, esta fosa se suele usar para estimar el tamaño de los lóbulos que acoge, aunque hasta la fecha no había ninguna evidencia de que las dos medidas, tamaño de la fosa craneal y de los lóbulos cerebrales, estuviesen realmente correlacionadas.

Este estudio analiza un total de 22 especies de primates, actuales y fósiles, para considerar si el tamaño de las fosas craneales está relacionado con el tamaño de los lóbulos temporales, e investigar su variación a lo largo de la evolución de este grupo.

En la forma de la fosa media de la cavidad endocraneal influyen factores ajenos al cerebro, como la biomecánica de la mandíbula, la posición de la cara, o la flexión de la base del cráneo. “Sin embargo los resultados indican que hay una correspondencia muy fuerte entre el tamaño de los lóbulos temporales y el tamaño de la fosa craneal que ocupan, lo que permite localizar especies que han sufrido un aumento considerable de esta parte del cerebro, como la nuestra”, señala Emiliano Bruner.

Alannah Pearson, estudiante predoctoral de la Australian National University es la autora principal de este estudio que ha contado con la colaboración de David Polly, de la Indiana University (EE. UU.).