Desde hace ya cinco años, cada verano, un equipo científico español, entre los que se encuentran el geólogo Alfredo Pérez-González y el arqueólogo Manuel Santonja, del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH) excava en los yacimientos tanzanos de la Garganta de Olduvai con el objetivo de hallar indicios sobre el origen del comportamiento humano.

En este proyecto Paleontológico y Paleoecológico, liderado por el arqueólogo Manuel Domínguez-Rodrigo, y  por el director del Museo Arqueológico de Madrid Enrique Baquedano, la geología es fundamental para conocer cómo era el paisaje en el Plio-Pleistoceno. De su estudio está a cargo Alfredo Pérez-González, director del CENIEH, que ha estado interpretando las formaciones de los antiguos lagos y cursos fluviales, ya que junto al agua se encontraba la vida.

Yacimiento de TK
Este año el equipo de Manuel Santonja ha continuado la excavación de TK (Thiongo Korongo) un yacimiento situado en la parte superior del lecho II, con una edad próxima a 1,4 millones de años. Este yacimiento, excavado por M. Leakey en 1963, había sido una referencia clave hasta ahora en el debate sobre la persistencia de industrias olduvayenses a lo largo del lecho II, compartiendo territorio con otros grupos humanos que desarrollaban tecnologías achelenses.

Los trabajos del equipo del CENIEH han permitido, sin embargo, registrar al menos tres ocupaciones achelenses sucesivas y muy diferenciadas tanto desde el punto de vista de los procesos de producción de la industria, como por la presencia o no de fauna asociada. Uno de estos niveles, excavado este año, presenta numerosos restos de un Sivaterio, un robusto jiráfido extinguido en el Holoceno, varios de ellos en conexión y claramente asociados con la industria lítica.

La situación que ilustra TK tiene más que ver con la diversidad de la industria achelense, en relación con las actividades desarrolladas en el yacimiento, que con un pretendido y escasamente justificado debate sobre la coexistencia de achelense y olduvayense.