El investigador del CENIEH Emiliano Bruner lidera un trabajo en el que se utilizan las redes para investigar la relación geométrica entre las principales regiones de la corteza cerebral
El análisis de redes se utiliza en campos tan distintos como la economía, la ingeniería o la sociología para analizar relaciones entre elementos. Emiliano Bruner, paleoneurólogo del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH) acaba de publicar en la revista Brain Structure and Function un estudio en el que se aplica este tipo de análisis a las relaciones espaciales entre regiones cerebrales.
En neurociencia, las redes se aplican frecuentemente para analizar los patrones de conexiones neuronales, sin embargo en este estudio, en el que han colaborado los investigadores Borja Esteve-Altava, de la Universidad Pompeu Fabra, y Diego Rasskin-Gutman, de la Universidad de Valencia, se emplean por primera vez para investigar la relación geométrica entre las principales regiones de la corteza cerebral.
“Hemos considerado la posición y el contacto de las principales regiones cerebrales investigadas en evolución humana para entender las posibles influencias que cada región ejerce en las contiguas, localizando áreas particularmente sensibles o fundamentales en el equilibrio espacial de la forma del cerebro”, explica Emiliano Bruner.
Neuroanatomía evolutiva
La organización espacial del cerebro es el resultado de la coevolución entre cerebro y cráneo, y genera vínculos en la estructura anatómica de la cavidad craneal. Algunos cambios evolutivos de su forma se deben a cambios cerebrales, mientras que otros se deben a cambios de la arquitectura del cráneo. No obstante en neuroanatomía evolutiva y en paleoneurología se tiende a interpretar cualquiera variación de la forma cerebral como una adaptación de algunas funciones cognitivas.
Según los resultados del estudio, las regiones temporales resultan estar particularmente conectadas con el resto del cerebro, y en general todas las partes posteriores de la corteza están más integradas entre sí que las partes anteriores. El giro precentral, circunvolución que separa la corteza prefrontal del resto del cerebro, actúa como una bisagra entre los dos distritos. Los lóbulos frontales no son muy sensibles a las influencias del resto del cerebro, pero sí a los vínculos del cráneo (la cara y el hueso frontal).
“Esta perspectiva de la forma cerebral en función de la posición y contacto entre sus elementos nos permite interpretar los cambios evolutivos dentro de un marco más amplio que tenga en cuenta la posible integración entre variaciones locales y globales de la corteza y del cráneo”, afirma Emiliano Bruner.